- “Descubriendo la flora alpina de nuestro Pirineo”, crónica montañera y naturalista de Benito Campo.
El conocimiento es el paso previo e indispensable para respetar, divulgar y conservar un patrimonio natural único y frágil como es la montaña. Por eso, dentro del programa del grupo de Medio Natural del Club de Montaña Nabain, programamos una salida para ver y aprender sobre flora alpina. Treinta personas participamos el sábado en esta actividad desarrollada en el macizo de Bachimala, en el valle de Chistau.
La excursión, que habíamos tenido que posponer en fechas previas por tormentas, nos permitió conocer distintas especies de plantas del piso alpino, a pesar de que el verano ya estaba algo avanzado y muchas plantas ya habían pasado su periodo de floración.

Iniciamos nuestro camino en El Forcallo y llegamos al refugio de Viadós, desde donde comenzamos la parte más dura de la ascensión, que nos llevó a la cabaña del Sarrau, por un camino que discurre paralelo al barranco de Orieles. Esta primera parada nos permitió contemplar el valle y las cumbres y con estas magníficas vistas donde pudimos explicar las peculiaridades de la montaña: relieve, clima, las características que definen el ecosistema alpino y como las predicciones climáticas prevén que serán estos ambientes en un futuro próximo.

Seguimos con tranquilidad la ascensión, interrumpida cada vez que el camino nos descubría algún aspecto interesante Aprendimos a diferenciar alguna de las familias de plantas más comunes, fijándonos es las características de sus flores, en algunos casos y de sus hojas en otros: Leguminosas, como el Trifolium alpinum, en fruto en la mayoría de las plantas., o crasuláceas, varias plantas del genero Sedum, con sus hojas carnosas donde almacenan agua. Hablamos de la importancia de los líquenes en los duros ambientes alpinos, creadores de suelo y excelentes fijadores del nitrógeno atmosférico. Encontramos numerosas plantas que crecían en forma de almohadilla, creando unas condiciones en su interior que les permiten soportar las duras condiciones de las montañas.

Las numerosas especies de gramíneas que forman los pastos, nos permitieron comprobar la importancia de la vegetación en la alta montaña, para retener el suelo mediante su desarrollado sistema radical. Observamos plantas menos vistosas como el Plantago monosperma, pero que poseen adaptaciones en sus hojas para protegerse de la alta radiación ultravioleta. Los azules eléctricos de las gencianas y los rojos brillantes de los claveles, nos deleitaban en la subida y nos permitían olvidarnos del esfuerzo, hasta que llegamos al collado de la Señal de Biadós a 2.536m.

En este punto descubrimos uno de los ambientes más interesantes y desconocidos de las montañas en relación con la vegetación, los roquedos, canchales y pedrizas. Aquí, las plantas han tenido que resolver múltiples problemas para poder vivir y prosperar. Este grupo de plantas era uno de los principales objetivos de la salida. A pesar de las fechas ya tardías pudimos ver flores de una de las amapolas de nuestra montañas, Papaver lapeyrousianum, endémica de los Pirineos centrales y Sierra Nevada; y también sus frutos o los de la Potentilla nivalis, creciendo entre las fisuras de una pared.
En las pedrizas, varias especies de saxífragas, que el tiempo no nos permitió determinar, daban fe de la abundancia de especies botánicas en esos ambientes a priori tan estériles. Descubrimos plantas de los géneros Phyteuma y Jasione la familia de las Campanulaceas, que poco se parecen a una campana; también de Crepis pygmaea, planta pionera que coloniza gleras móviles o ligeramente estables de piedras de tamaño pequeño o mediano; la falsa árnica, Doronicum grandiflorum, con sus grandes flores o el Carduus carlinoides, con sus espinosas hojas y sus flores moradas
El camino de descenso es suave, transitando por pastizales, hasta llegar paralelo al barranco de Bachimala. En la bajada nos acompañan matas de arándanos y rododendros. Y una vez cruzamos el Cinqueta de la Pez por dos puentes de madera, un agradable paseo final, nos conduce a nuestro punto de partida.
Ha sido una jornada fantástica, con un tiempo estupendo, en la que hemos conseguido disfrutar de la riqueza botánica de nuestras queridas montañas, a través de 14,50 km de marcha y 1.045m de desnivel.