El corazón del Macizo Calcáreo de Monte Perdido, una de las zonas mas gravemente afectadas toponímicamente del pirineo aragonés. (Imagen: Eduardo Sánchez Abella).

Eduardo Sánchez Abella, vecino de Zaragoza, nos ha hecho llegar la siguiente información (texto íntegro de la nota).

GOLPE A LA HISTORIA DEL PIRINEÍSMO

Como responsable de la campaña «Derogación del Proyecto Tresmiles» para la recogida de firmas a través de la plataforma on-line «Change.org, PBC», me veo obligado a reflejar ciertas consideraciones de hecho, también muy bien reflexionadas tras todo lo acontecido en los últimos años.

En estos tiempos en los que se hace un especial culto a la diversidad, y si no fuese así pues también, resulta imprescindible mirar hacia todos los lados y no solo al ombligo. Ya veremos a ver luego si resulta interesante o no, pero, como es imposible contentar a todos los interlocutores, por lo menos que no gane siempre el mismo. No se trata de tener razón utilizando el slogan de L’Oréal, además, hay que demostrarlo.

Esta lamentable historia comienza allá por los albores del último cambio de siglo, cuando el colectivo montañero comenzó a convivir con una nueva toponimia (jamás antes vista) publicada sobre un horrible mapa, plagado de huellas de pies, particular (de pago) de una conocida editorial. No mucho más tarde, otras editoriales (también de pago), codiciando los nuevos nombres a vender, los fueron incluyendo en sus mapas con mayor o menor gusto. Negocio redondo. Lo malo fue que la cartografía oficial también se infectó con el tiempo.

Este hecho, a pie de terreno, pronto se tradujo en una confusión generalizada entre los montañeros rookies que simplemente no entendían lo que estaba pasando. Desorientaciones, perdidas de posición, grandes embarcadas buscando cimas, zonas y caminos que, estando delante de las narices, aparecían con otros nombres. Recuerdo ingentes cantidades de personas a las que hubo que decirles que la cima a la que habían ascendido no era la que pensaban. Fueron puestas en riesgo e incidentes que pudieron haberse evitado. Desde los clubes de montaña, hoy puestos ya en jaque mate, los veteranos hubimos de hacer una gran labor de reeducación histórica para concienciar de los peligros que entrañaba el uso de las nuevas cartografías, aparte del económico.

Y pasó la moda, como todas, y se volvió a ver a la gente con mapas vintage, que a lo mejor no tenían tantos nombres, pero no fallaban. Y, sobre todo, no tenían pies. Todo indicaba que había sido una trastada de niños, un mal sueño…

…pero entonces llegó la pesadilla. Una fría y cruel mañana de 2018 recibí una llamada telefónica que me despertó. Me costó digerir aquello que vagamente escuché, de que no sé que comisión de no sé que consejería iba a cambiarles el nombre a los tresmiles de Aragón. Y se me heló la sangre al pensar inmediatamente en los pioneros ultrajados. El tema olía muy mal.

Resulta de todo punto de vista lamentable que, después de tres años, los que «supuestamente» ganaron la contienda a pesar de nuestra oposición, sigan presentando el mismo discurso anodino, que no aporta absolutamente nada nuevo al caso, más allá de seguir alimentando un durísimo golpe a la historia del pirineismo. Y digo «supuestamente» porque esos topónimos apenas son usados, desde que fueron declarados como nuevos oficiales, como no puede ser de otra forma.

Pero ¿qué sucedió realmente y por qué se montó tal revuelo? Muy sencillo, simplemente entró en juego la maldita política que acabará siendo nuestra verdadera perdición, y si no al tiempo. Cierto grupo parlamentario minoritario, de corte nacionalista (aunque eso para sembrar el caos da igual) por todos conocido, vendió sus votos al gobierno de turno para, a cambio, conseguir consejería. Vamos, el pan nuestro…

Así, de la noche a la mañana, surgió una comisión de la nada más absoluta para, según se dice, recuperar algo que nadie había pedido, ni de forma minoritaria y mucho menos por clamor popular.

Ya les dije el otro día a los chicos de Prames Publicaciones que no es buena idea saltarse el capítulo anterior a lo que ellos (anfitrionando al Sr. Saludas) denominan «contestación desde ciertos sectores montañeros y también sociopolíticos» porque la comisión se rodeó de expertos y alcaldes afectados, pero en ningún momento se dio ni voz ni voto al colectivo montañero que también dispone de expertos y eruditos y que, le pese a quien le pese, es el que actualmente da uso mayoritario al territorio. De repente nos desayunamos un mapa de dudoso gusto y precisión con 160 obligaciones. Y sí, por supuesto y a diferencia de lo que sostienen, se hicieron preguntas; 160 sin ir más lejos, una por cada tresmil, y se hicieron muchas, muchas veces, sin obtener la más mínima respuesta y mucho menos explicaciones, que en eso sí que tienen razón. ¿Entendemos ahora lo del «por que yo lo valgo»?

Por eso la comisión no hizo un buen trabajo ya que actuó unilateral y deliberadamente sin contar con el único colectivo al que no podía controlar. Para eso tampoco hacía falta ni expertos ni alcaldes. Hicieron y deshicieron lo que les dio la real gana.

Por eso ante la indiferencia vinieron las «contestaciones», la recogida de firmas, yo personalmente hablé con algunos alcaldes y la mayoría estaban en contra, pero eso en política, como vemos habitualmente, no sirve para nada.

Y continuaron las preguntas, una y otra vez; realmente nunca llegó a haber una comunicación digna de la palabra, pero después de que cierto miembro de la comisión obsequiase al colectivo montañero con unas exquisitas palabras (esas sí que fueron hirientes), dignas del ambiente más barriobajero ¿pero qué digo? barriobajero hubiera sido un piropo, definitivamente se hizo un silencio espectral. Mejor así, porque lo que procedía en ese momento era una demanda judicial.

Por eso, ante el pitorreo y en última instancia, elevé el asunto a la Institución del Justicia de Aragón, quien dictó unas recomendaciones a la comisión que fueron también ignoradas.

Hoy es el día en que, todavía, nadie se ha dignado a contestar 160 preguntas con una justificación documental, anterior en el tiempo a la redactada y consagrada por los pioneros, que sería la única a contrastar antes de oficializar un topónimo y mucho menos por pernada. Lo que vale es lo que está escrito porque a las palabras se las lleva el viento.

El Sr. Saludas dice que fue llamado por la comisión y contestó a sus preguntas, por ello no es culpable de nada, evidentemente, no le conozco y no le guardo ningún rencor, pero ya he escuchado el mismo discurso de otras bocas y no me sirve. «Es que es cómo se ha dicho siempre» ¿y por qué? ¿por qué ahora? ¿por qué sus ancestros no se lo dijeron a Ramond, a Russell, a Mallada, a Schrader, a Madoz, a Briet y a nuestros ya contemporáneos? Ellos sí que escribieron lo que se les dijo. No me sirve lo que no está escrito y, aprovechando uno de los topónimos que presenta este buen hombre, quiero poner un ejemplo, que tengo por aquí casualmente a mano, del tipo de respuesta que sería satisfactoria:

…es el Puerto de la Forqueta y no el Puerto de Bielsa… (Sr. Saludas).

…La señalización PR-HU 182 es incorrecta. Se entiende bastante bien que el topónimo Puerto Viejo debe de referirse al Puerto Viejo de Bielsa y, por lo tanto, puede considerarse como un leve error de omisión o dejadez. Sin embargo, en el caso del topónimo Puerto de la Forqueta el error es grave por prescindir de los originales, Puerto Nuevo de Bielsa o Port d’Aragnouet, como así constan en los Anejos al Tratado de Límites de 14 de abril de 1862 entre España y Francia, firmados en Bayonne el 27 de febrero de 1863; Anejo I, Acta de amojonamiento de la frontera internacional; Número 323. Forqueta es un vocablo correcto pero mucho más joven y —lógicamente— si aparece debe hacerlo de forma secundaria, pues se refiere a la característica forma residual de la roca una vez que fue alterada artificialmente para evitar el paso superior —incómodo— y que de ninguna forma debe confundirse, pues dicho error incita a ello, con el Pico de la Forqueta o con alguno de sus collados, mucho más al O, en la Crête de Port Vieux… (un servidor).

Este último párrafo es un extracto de un informe que realicé para advertir de los muchos errores y/o deficiencias que contiene la señalización de cierto sendero. Y está argumentado en este preciso caso, tal y cómo puede leerse, en una documentación escrita y fechada en el año 1863. Si alguien dispone de documentación escrita más antigua, que la presente. Lo hemos dicho hasta la saciedad y lo deseamos fervientemente.

Y con todos mis respetos hacia el Señor Saludas, sí pudo haber una mirada más completa, con más perspectiva, como ellos dicen, si se hubiera dado voz y voto al colectivo montañero.