Foto: SobrarbeDigital.
  • Artículo de opinión de Joaquín Gargallo, responsable del Sector Vacuno Extensivo de UAGA, sobre la normativa de protección del lobo.

LO DE MENOS VA A SER EL LOBO

Al final lo de menos va a ser el lobo. Y me explico, soy ganadero de bovino en extensivo en la zona de monte entre el Maestrazgo y la Sierra de Gudar, en un extremo de la Cordillera Ibérica, una zona con una densidad de población menor a 2 habitantes reales por kilómetro cuadrado. Estoy seguro de que más pronto que tarde veremos el cánido salvaje por aquí,  vista su rápida expansión.

Dicho esto, y después de todas las noticias sobre la inclusión del lobo en el catálogo de especies amenazadas, cabe reflexionar nuevamente para saber hacia dónde se va. La primera pregunta que me hago es ¿está suficientemente motivada esta inclusión?  ¿O es un movimiento puramente político? La respuesta se ve en el propio procedimiento y sus incongruencias. Se ha aprobado antes la inclusión en el LESPRE (Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial) que en el propio Plan Estratégico de Gestión, documento técnico necesario y previo, cuyas conclusiones deberían motivar o no la inclusión de esta especie en una determinada categoría de protección. La verdad, siendo ganadero en territorio aragonés poco cambia en nuestro ámbito.

Esta decisión de incluir el lobo en el LESPRE se ha tomado como un triunfo en los círculos ambientalistas más radicales, que ahora celebran soltando la lengua quizá más de lo conveniente y se les escapa su idea de lo que nos espera: que si los ganaderos debemos atender el ganado 24/7, que si debemos estar fuera del debate, que debemos organizarnos como ellos ordenan, e incluso nos enumeran nuestros problemas cotidianos como si fuéramos ajenos a ellos.

Ante este panorama ¿qué papel quieren que ocupemos los ganaderos? ¿paseantes de mascotas para uso turístico, para que sus fotos sean bonitas y recoger muchos likes? ¿Quieren externalizar la producción agrícola y ganadera, para que nuestra alimentación dependa de terceros países? ¿Quieren que estemos esclavizados en nuestro propio trabajo? O más aún, ¿qué pasa con la conciliación de la vida familiar? ¿Es que los pastores no tenemos derechos? Quizá sea el momento de que los ganaderos planteemos las normas que deberían cumplir esos grupos ambientalistas, que por otra parte son lógicas.

Por ejemplo, más transparencia de sus asociaciones ya que ellos sí cobran subvenciones; una mayor exigencia en cuanto a dinero percibido y resultados hacia la sociedad; o siguiendo sus mismos principios,  sacarlos del debate de protección de la naturaleza puesto que tienen interés, ya que muchos ellos SI que viven de estos conflictos o pretenden hacerlo.

Y es que este debate los ganaderos lo hemos empezado perdiendo porque enfrente vemos personas que no se juegan nada, y nosotros tenemos el patrimonio y también el salario en el aire. Nos proponen una serie de medidas, que pronto serán un protocolo, que debido a la casuística de la ganadería o no son aplicables (no de la manera que dicen) o bien su aplicación es material y económicamente imposible. Y aun así vendrán a explicarnos lo del lobo bueno y que tenemos que convivir con él porque era su ancestral territorio y se volverán a su pisito en la gran ciudad. Claro, la ciudad ha existido siempre, debajo de su generosa capa de hormigón y asfalto nunca hubo vida. Qué cuajó tiene la cosa!!

Lo malo de legislar a las bravas y bajo una determinada ideología es que la posición contraria deshará todo lo hecho en cuanto tenga ocasión, pero mientras estaremos los ganaderos a vueltas con debates que poco tienen que ver con nuestra profesión.

Ese radicalismo que expresan algunas personas deja entrever una idea equivocada de la realidad, una realidad tozuda para nosotros a la que nos enfrentamos todos los días, precios como hace 40 años, baja rentabilidad, depredadores, PAC especulativa, normativas que nos hacen andar por un camino cada vez más estrecho, globalización de mercados, una administración que no siempre la sentimos a nuestro lado, … estas trabas o problemas los resolvemos, o al menos lo intentamos, uno a uno. No necesitamos que nadie nos recuerde dónde y cómo estamos.

Todas estas situaciones nos hacen estirar nuestro aguante hasta el límite, y llegados a este punto, solo falta añadir un poco más de tensión para que alguna explotación eche el cierre. Esa gota que colma el vaso pueden ser las bajas causadas por los lobos o más aún las medidas que se nos exige adoptar. Creo sinceramente que es más necesario un plan estratégico de protección de la ganadería extensiva que del lobo, pues el lobo está demostrado que está en expansión, tanto en efectivos como geográficamente, mientras que la ganadería extensiva sigue el camino contrario.

Últimamente salen borradores sobre el plan de gestión del lobo como si no supusiera coste económico alguno, buscando el difícil encaje entre la realidad natural y las pretensiones de grupos ambientalistas. No se habla de lo que nos puede costar a los ganaderos, aunque se aprueben fondos para la mal llamada convivencia (solo por endulzar la situación). Ignoran que no todo se paga con dinero.

Veo en el nuevo borrador muchas posibilidades de lucro para los que viven del conflicto, chiringuitos varios, y unas recomendaciones/exigencias hacia los ganaderos, como el recordatorio que debemos atender el ganado, dudando de nuestra profesionalidad. También la necesidad de contratar seguros de explotación, o realizar contratos territoriales y, por supuesto, desarrollar sellos de ganadería afectada por el lobo, para que el bueno del consumidor se apiade de nosotros y alguna vez, aunque solo sea para lavar conciencias, se fije en el distintivo. Con este tipo de políticas,  solo se acrecienta el enorme abismo entre lo urbano y el rural, con una visión paternalista y sumamente retrógrada hacia nosotros que para nada ayuda en este conflicto. Pues no busca ni el consenso ni mucho menos una visión profunda y realista de la naturaleza en la que desarrollamos la actividad pastoril.

Qué peligro existe cuando los caprichos de unos cuantos se pueden convertir en normas que debemos cumplir otros. Y a esta conclusión quería llegar, este es nuestro mayor peligro, esta fiebre legislativa ambientalista que pretende ordenar sobre nuestra forma de trabajo y sobre el sustento que nos aporta, siempre desde una visión ajena a nosotros, a nuestra realidad.

Para acabar, solo comentar que el lobo no me parece ni bueno ni malo, simplemente es un depredador que en base a sus instintos y a los estímulos que percibe del medio en el que se desenvuelve, responde. Claro está que si en ese mismo medio se desarrolla nuestra actividad, seremos afectados por el depredador.