Guardas y equipo de trabajadores de Llauset. Foto: Javier Blasco/DPH.

En el año 2018 se contabilizaron más de 100.000 pernoctaciones en los 16 refugios guardados de montaña de la provincia de Huesca (12 de titularidad de la Federación Aragonesa de Montaña y los 4 restantes de titularidad municipal, particular o mancomunidad forestal). Además, otras 190.000 personas hicieron uso de estas instalaciones, sin llegar a hacer noche.

Si a esta actividad se le suman los más de 40 trabajadores fijos que durante todo el año mantienen los refugios de montaña, así como al centenar que se contrata de forma temporal durante una media de 4 meses al año, el resultado supone una actividad económica que genera unos 4,5 millones de euros al año.

Hoy por hoy, Aragón y en concreto la provincia de Huesca, es referente nacional en calidad, gestión y volumen económico que generan los refugios guardados de montaña. Sólo el 15% de la ocupación procede de usuarios aragoneses, correspondiendo el resto a procedencias de otras Comunidades Autónomas y otros países.

Además, en este tipo de servicios se habla ya del “modelo aragonés” en referencia a los elementos que lo distinguen: prácticamente todos abren los 365 días del año, siendo un ejemplo de servicio público que, además de ser rentable, ofrecen a todo tipo de usuarios unas instalaciones confortables y de calidad.

Y es que, la práctica del deporte de montaña ha experimentado en las últimas décadas un extraordinario auge que en el caso de la provincia de Huesca ha ido acompañada desde la década de los años 80 del impulso a la construcción de los Refugios de Montaña, como instalaciones para dar respuesta a las necesidades de los usuarios, tanto a los más expertos montañeros como aquellos que optan por excursiones de montaña y demandan confortabilidad y servicios de calidad.

Si esta oferta es posible es gracias al personal que trabaja en estos refugios: los guardas.

Los más de 40 guardas que trabajan de forma permanente en los refugios de montaña de la provincia de Huesca son los principales artífices de la calidad del amplio y variado servicio que se presta día a día a todo tipo de usuarios de estas instalaciones.

Se trata de un colectivo caracterizado principalmente por una marcada vocación de respeto y querencia por la montaña, siendo este el principal elemento que les permite permanecer en el refugio que custodian, durante semanas en solitario o grupos muy reducidos -sobre todo en instalaciones de alta montaña-, aislados por las condiciones climatológicas propias del invierno.

Son personas muy comprometidas con el entorno natural, guardianes no solo del refugio, sino de todo su entorno, capaces de vivir situaciones que muchas otras personas no estarían dispuestas a aceptar. Y lo hacen porque viven en simbiosis con el entorno natural, son conocedores del medio que les rodea, y ello es permite dar los mejores consejos a quienes llegan hasta los refugios.

El hecho de su estancia permanente en los Refugios los convierte en la primera referencia cuando se acude en auxilio o rescate de personas siendo incluso muchos ellos quienes acuden los primeros al lugar del accidente, por el conocimiento que tienen del terreno y el control y supervisión del tránsito de montañeros hacia uno u otro lugar.

Su labor, realizada con firmes convicciones, es la de custodiar la montaña y velar que quienes llegan hasta ella lo hagan con los mejores consejos y con las mayores medidas de seguridad posibles, conscientes de que la montaña es un entorno cambiante,en el que el clima influye y donde las condiciones pueden cambiar en minutos .

A esta vocación y compromiso, se suma la formación que reciben tanto en materia reglada como en la ocupacional y permite que estos trabajadores conozcan todas aquellas cuestiones que demanda el cliente: hostelería, gestión, restauración, mantenimiento de instalaciones (fontanería, electricidad….) así como de interpretación los indicadores meteorológicos y previsión de las siguientes horas, de cara sobre todo a facilitar consejos a lo usuarios.

Es en resumen, un colectivo comprometido con el entorno natural, defensores de un desarrollo sostenible de la montaña, que realizan una labor que va más allá de guardar el refugio, aconsejando y guiando a los montañeros y usuarios de estos equipamientos y convirtiendo a las montañas oscenses en un referente de calidad para el ejercicio del montañismo.

Junta de portavoces de la DPH. Foto: Javier Blasco/DPH.

PROPUESTA
Conceder el XXII Galardón Félix de Azara al colectivo de guardas de los refugios de montaña de la provincia de Huesca por su respeto y compromiso con el entorno natural, una labor que realizan con auténtica vocación de convivencia con todo lo que supone la media y alta montaña, por su contribución al mantenimiento de unas instalaciones que ofrecen unos servicios de calidad gracias a la formación adquirida por este personal, siendo en la mayoría de los casos la primera referencia para quienes practican el montañismo, por sus consejos y guías, siempre conscientes estos guardas de que los refugios posibilitan un desarrollo económico en zonas de montaña gracias a una gestión sostenible y respetuosa con el medio que los alberga y con el compromiso de trabajar con la complicidad de los habitantes de los pueblos vecinos.