La retirada temporal de la cruz del Aneto provoca cambios “escénicos” que nos parecen inéditos, después de décadas con su presencia en la mayor cumbre de los Pirineos. Los montañeros y montañeras buscan otros puntos de referencia, y nuevos encuadres, para sus fotos de cima.
Así lo hicieron también los integrantes de la ascensión juvenil guiada por integrantes del Club de Montaña Nabaín y organizada conjuntamente con la asociación Juventud Pelaire de Boltaña, según cuenta en su crónica Juan Rodríguez Bielsa.
El valle de Vallibierna (valga la redundancia) fue el punto de partida de esta actividad, que recorrió los ibones de Coronas y las laderas talladas por antiguos glaciares en el sur del macizo de las Maladetas. Los hielos descarnados de otro glaciar, el del Aneto, aparecieron para la decena de pirineistas tras el collado de Coronas. Unas decenas de metros de este hielo fósil fueron suficientes para que otros caminantes tuviesen que darse la vuelta, tan cerca de la cima, por no llevar crampones ni piolet. El grupo sobrarbense tuvo que ayudar con la cuerda que llevaba a un excursionista solitario que, sin equipo para el hielo, había intentado pasar por la roca hasta quedarse bloqueado.
Tras alguna trepada y la breve cresta del “Paso de Mahoma”, la cima del Pirineo sirvió también de punto culminante para la serie de actividades con jóvenes realizadas este verano por las citadas entidades boltañesas, que incluyó también, entre otras, una ascensión a Monte Perdido. El que fuese el “primer Aneto” para estos jóvenes también la convirtió en un Aneto diferente.