El Sobrarbe es una zona única en el mundo por su valor geológico. Su nombramiento como geoparque en 2015 así lo reconoce, y la multitud de investigadores y aficionados a la geología que visitan anualmente lo reafirma año tras año, según explican Ester Polaina Lacambra y Roi Silva Casal, del Club de Montaña Nabaín.
Ester y Roi hablan en su crónica senderista de la importancia desde el punto de vista geológico se debe a la cantidad y calidad de afloramientos que podemos encontrar en todo el territorio, incluyendo el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, el Parque Natural de las Sierras y Cañones de Guara y el Parque de Posets-Maladeta. Pero no solo las altas cumbres tienen muchas historias que contar, también esas rocas que nos encontramos en nuestros paseos cotidianos por el Sobrarbe, en las que no solemos reparar, esconden “temporadas y temporadas” de la apasionante Historia de nuestro planeta.
Uno de los privilegiados miradores que nuestra tierra nos brinda nos va a permitir, en una salida coordinada por el grupo de Medio Natural del Club de Montaña Nabaín, acercarnos a algunos de sus capítulos.
El camino de las ermitas y el castillo de Samitier nos ofrece, con relativamente poco esfuerzo físico, unas vistas insuperables a las huellas tectónicas en forma de anticlinales, cabalgamientos y demás estructuras geológicas. Podemos decir que cada capa de rocas nos narra una temporada de una larga “serie” que comenzó allá por el Triásico, cuando se depositaron los materiales más antiguos que forman el núcleo del anticlinal de Mediano. Gran parte de las rocas que vemos actualmente son calizas, depositadas en mares someros en los que, probablemente, mojó sus patas algún que otro dinosaurio.
Desde lo alto de San Emeterio y San Celodonio, pudimos observar un capítulo clave y especial de esta gran serie: una discordancia que nos indica cómo ha tenido lugar el crecimiento de las montañas del entorno, formada entre rocas más antiguas del Cretácico, en vertical, y del Eoceno, casi en horizontal. Finalmente, al fondo, los campos del Biello Sobrarbe nos cuentan el final de la temporada, en el que los mares dieron paso a los deltas y los ríos, poblados entonces por cocodrilos, tortugas y manatíes, donde hoy solo quedan ya unos pocos humanos valientes que luchan contra la despoblación.
Bajo nuestros propios pasos, además, pudimos observar fósiles de los seres vivos que habitaron los mares del Eoceno que un día cubrieron nuestro Sobrarbe. Numulites, assilinas y hasta algún erizo de mar nos acompañaron en nuestro camino, y allí quedaron por si alguien los quiere estudiar algún día. Ojalá que los paleontólogos del futuro puedan estudiar todos los seres vivos que hoy pueblan nuestra comarca, como los buitres, quebrantahuesos y águilas que pudimos ver desde lo alto del castillo, y no solo los restos de nuestros plásticos y destrucción.